#DiaInternacionalDeLaNoViolencia
El machismo y la violencia hacia la mujer siempre han estado presentes en la historia de la humanidad. Así como hoy, en el pasado lejano era muy constante -y normalizado- el maltrato y la violencia en las relaciones de pareja.
En la época colonial, la violencia doméstica fue un fenómeno bastante documentado. En los expedientes de divorcio, las mujeres se quejaban por los insultos sufridos -infame, puerca, sucia- y por las agresiones que les dejaban daños físicos de por vida: a varias les rompieron el brazo por una paliza recibida o sufrieron abortos después de que sus maridos les pisotearan los vientres. Las amenazas tampoco faltaron: hubo mujeres que fueron llevadas a extramuros -cerro San Cristóbal o a la Alameda- para ser golpeadas; también se han anotado casos en los que los maridos utilizaron a secuaces para asustar, raptar o incluso amenazar con violación.
Una de las razones principales por las que se ejercía este tipo de violencia era manifestar el total dominio del hombre sobre la mujer y la familia. Dado que la legislación de la época estaba de parte del varón, estos actos violentos podían ocurrir en los espacios públicos a plena luz del día, sin que nadie interviniese. Si bien pegar a la esposa no era, de cierta forma, normal, sí era socialmente aceptado, ya que correspondía al estatus y prerrogativas del marido. Es así que se le daba el derecho al varón de castigar a su mujer siempre que esta se aparatara de lo que él quería o le parecía justo; solo era condenable si se cometía en exceso.
¿Qué hacían las autoridades frente a esta violencia doméstica? En general, no mucho. La justicia eclesiástica reprendía al marido u ordenaba la separación provisional de la pareja por un tiempo -en general un año- para calmar los rencores y dar tiempo para la reflexión. Por parte de las autoridades civiles, se encarcelaba a los abusivos, pero por poco tiempo. Sin embargo, poco efecto generaron estas medidas, ya que muchas mujeres se quejaban de que sus maridos reincidían en el maltrato o regresaban más violentos que nunca.
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Fuente: Bernard Lavallé. Amor y opresión en los Andes coloniales.
Pintura de Andrés de Islas. Casta 4: de español y negra nace mulata (siglo XVIII).