Uno de los episodios más recordados de la biografía sagrada de San Martín de Porres fue lograr que perro, gato y pericote compartieran un plato de comida. Para nosotros resulta un dato anecdótico, pero para la época en que vivió fray Martín -Lima en el siglo XVI- significó un rasgo más de su santidad. ¿Por qué?
Debemos considerar que la actitud hacia los animales en esa época eran distintas a las nuestras. Eran considerados, siguiente los escritos de Tomas de Aquino y otros más, seres irracionales que estaban en el mundo para el uso del hombre; no tenían alma, por lo que no tenían “derechos”. No obstante, ello no implicaba que no sintieran, ya que podían sufrir, y se decía que un buen cristiano, que sentía compasión por sus prójimos, también podía albergar ese tipo de sentimientos hacia ellos.
Fray Martín era uno de ellos. Diversos testimonios entre 1660 y 1666 contaban que su piedad y compasión se extendió hacia animales, muchos de ellos considerados repugnantes, molestos o hasta peligrosos: un buitre, una mula renga, ratas, toros, gatos y muchos perros. En la hagiografía de Bernardo de Medina, “Vida prodigiosa del venerable siervo de Dios Fr. Martín de Porras, natural de Lima”, se dedican tres capítulos a la piedad de Martín hacia distintos animales, desde mascotas domésticas heridas, golpeadas, maltratadas o hambrientas, hasta animales salvajes como los toros, que, tras ser alimentados y tratados con bondad por Martín, se acercaron con el hocico como si besaran su hábito.
Estos nobles sentimientos también fueron entendidos como un poder sobrenatural de fray Martín para cambiar la verdadera naturaleza de las bestias. El ejemplo que hasta el día de hoy recordamos fue que tres especies incompatibles entre si comieran del mismo plato. Esta es una historia que tuvo su origen en 1660. Según el testigo, fray Fernando Aragonés, en el sótano del convento una perra y una gata habían tenido sus crías, por lo que Martín, preocupado por el bienestar de los animales, les llevaba un tazón de sopa todos los días. Fray Martín les había dicho que “Coman y callen y no riñan”. Un día, un ratón se acercó al plato, y fray Martín lo recibió con cordialidad advirtiéndole que no perturbara a los pequeños.
En el proceso de beatificación en el Vaticano entre 1678 y 1685, se informó, entre los distintos testimonios sobre sus virtudes y milagros, que fray Martín alteró, de forma milagrosa, la naturaleza de los animales al eliminar las diferencias entre ellos. Esto era, para los testigos, una señal de que Dios le había dado “imperio y autoridad tal que le obedecían las criaturas irracionales”. Su bondad era tan fuerte como su poder con la vida animal que tan poca importancia tenía para la mayoría de los limeños.
✅ Fuente: Celia Cussen. Martín de Porres. Santo de América. Puedes conseguirlo en la librería del Instituto de Estudios Peruanos:
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