Por Luis Leyva (PUCP – UNQ)
Entre los temas más abordados en la historiografía peruana está, sin duda, la rebelión de Túpac Amaru II. En ese sentido, quien quiera proponer una nueva lectura, debe revisar tanto las fuentes primarias sobre el tema -reunidas, en su mayoría, en la Colección Documental de la independencia del Perú y en la Colección del Bicentenario de la Revolución Emancipadora de Túpac Amaru– como la gran cantidad de trabajos que se han hecho al respecto. Una de las fuentes más interesantes para analizar dentro de este amplísimo corpus documental es la correspondencia entre sus principales dirigentes. En el caso de las cartas entre Túpac Amaru, Micaela Bastidas y Tomasa Tito Condemayta, estas han sido recopiladas recientemente en Tu ausencia ha sido causa para todo esto. Cartas de amor y guerra (Lima: Debate, 2024), editadas por Charles Walker, uno de los principales investigadores de la rebelion de Túpac Amaru, levantamiento de alcance regional del siglo XVIII que, por un instante, puso en jaque al virreinato peruano.

Hace unos años, Walker publicó La rebelión de Túpac Amaru (IEP, 2014), en el cual, además de brindar su lectura del levantamiento de José Gabriel Condorcanqui, buscó destacar el rol de Micaela Bastidas en el proceso, argumentando que no fue una figura subordinada a su esposo, sino que dirigió la rebelión junto a él, cada uno con funciones distintas. Ello se refleja con claridad en este conjunto de treinta y tres cartas en las que ella está a cargo de cuestiones logísticas con respecto al manejo de provisiones, disposición de soldados o negociaciones con determinados contactos en espera de Túpac Amaru. Por otro lado, también hace aparición en esta correspondencia la figura de Tomasa Tito Condemayta, cacica de Acos y participante activa de la rebelión de José Gabriel Condorcanqui. En ese sentido, este conjunto de cartas -que abarcan desde noviembre de 1780 hasta marzo de 1781- permite conocer la rebelión desde dentro, principalmente desde una mirada femenina, no menos relevante, sino primordial en cuanto al sostén de los recursos que permitieron la movilización de las tropas y el asedio al Cuzco durante los primeros meses del levantamiento.
El contenido de las cartas permite explorar, además, otras facetas de la rebelión. Por un lado, el aspecto de las comunicaciones: la mayoría de las cartas entre Túpac Amaru y Micaela Bastidas son escritas durante las primeras semanas del levantamiento; sin embargo, después de diciembre, luego del fracasado ataque al Cuzco, el tiempo entre comunicaciones se espacía cada vez más, ¿cómo comprender la organización de una rebelión a lo largo del Sur andino sin la comunicación directa entre sus líderes? ¿en qué medida esta incomunicación pudo haber precipitado un desorden logístico y contribuido a la derrota en los primeros meses de 1781? Por otro lado, observamos en estas cartas los temores y frustraciones que comparten los protagonistas: era constante en Micaela el temor a posibles traiciones, deserciones o el curso de la rebelión, así como lo era para Tomasa Tito Condemayta el miedo al destino que implicaría para todos los líderes el eventual fracaso de la rebelión o a Túpac Amaru la posible captura de su esposa por parte de las fuerzas realistas. En todos estos casos, la correspondencia, si bien trata de mantener un contenido puramente militar, también deja ventilar hasta qué punto la guerra también implicaba arriesgar la vida de otros seres queridos -como amigos y hermanos- y en qué medida ello podía afectarles.
El libro posee varios puntos a favor. En primer lugar, posee una introducción que, en un lenguaje ameno, ofrece al lector un panorama general de la rebelión de Túpac Amaru, los personajes principales y los temas abordados en la correspondencia. En segundo lugar, este libro forma parte -como el mismo autor señala en la introducción del libro- de una suerte de “boom” literario latinoamericano que ha recuperado el interés por el estudio de las correspondencias; en ese sentido, el libro ofrece una nueva perspectiva sobre la rebelión desde una mirada íntima a dicho proceso, explorando los cruces entre la historia social y la historia de las emociones, esta última aún en ciernes en la historiografía nacional. En tercer lugar, si bien es cierto que estas cartas no son inéditas, estas han sido revisadas y corregidas, modernizándose también la ortografía con el objetivo de facilitar su lectura, buscando llegar al público general, pues el autor pretende que estas cartas «deberían formar parte del canon literario peruano, leídas en los colegios y en las universidades» (p. 32). En cuarto lugar, cada una de las cartas está acompañada de un comentario del autor, quien contextualiza y explica su contenido, permitiendo comprender la importancia de dicha fuente dentro del conjunto general de la correspondencia, así como de la rebelión. En ese sentido, el libro podría leerse como una suerte de bitácora o cuaderno de notas de investigación de Walker, quien explica con detalle la importancia de cada una de estas cartas dentro del conjunto general de la correspondencia.
A partir de todo lo dicho anteriormente, la propuesta de editar la correspondencia entre Túpac Amaru, Micaela Bastidas y Tomasa Tito Condemayta por parte de Charles Walker resulta atractiva en la medida en que aproxima al público general a una nueva perspectiva del levantamiento: desde la mirada íntima de sus dirigentes. Si bien parece un tanto ambicioso considerar que estas cartas puedan llegar a formar parte del «canon literario peruano», sí resultan lo suficientemente útiles como para ser utilizadas en las aulas para analizar junto a los alumnos la rebelión desde aspectos más cotidianos y, desde esa perspectiva, empatizando con sus protagonistas a partir de una exhibición de sus virtudes y sus defectos. Este libro funciona como perfecto complemento a La rebelión de Túpac Amaru, mostrándonos a unos personajes tan humanos que, como nosotros, amaban, sufrían, se enojaban, se frustraban y temían ante lo que podía significar el fracaso de su rebelión: la muerte.
