Por Luis Leyva (PUCP – UNQ)
Cuando se dice que un libro es un best-seller, suele asociarse la idea de que el éxito en ventas que lo eleva a tal status es producto del autor y de su genialidad con respecto al contenido y/o a la forma en que el libro fue compuesto. En cualquiera de estos casos, la explicación está vinculada al artefacto cultural que es el libro. Sin embargo, esta condición alcanzada por el best-seller no está aislada de otros factores que son esenciales para su consagración.1 En ¿Cómo se fabrica un best seller político? (Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2021), Ezequiel Saferstein examina -como el subtítulo indica- La trastienda de los éxitos editoriales centrándose en la figura del editor como agente activo que tiene la capacidad de intervenir en la agenda pública.

Originalmente escrita como tesis doctoral titulada La década publicada. Los best Sellers políticos y sus editores. Producción de libros, difusión de temas e intervención pública en el mercado editorial argentino (2003-2015) (Universidad de Buenos Aires, 2016), el atractivo cambio en el título a ¿Cómo se fabrica un best seller político? indica, desde un inicio, la importancia que tiene la figura del editor -en este caso, Claudio Benzecry- en la elaboración de este libro. Esto tiene que ver con cómo se concibe al editor en América Latina a diferencia de, por ejemplo, el mundo anglosajón, donde existe una marcada diferencia entre el editor y el publisher, dos funciones específicas que, en nuestro campo editorial, suelen estar unificados en una sola persona. Esta condición permite que la figura del editor se vea fortalecida y tenga, asimismo, una gran capacidad de decisión no solo en aspectos que tienen que ver exclusivamente con el ámbito intelectual del producto (el contenido del libro), sino que también tiene responsabilidades con el ámbito comercial del mismo. En ese sentido, el libro se centra en el editor como un agente activo que tiene que trabajar cuidadosamente esta doble vertiente intelectual y comercial para cumplir con éxito su labor.
El libro se enfoca en un periodo importante en la historia argentina, marcado por los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015). Posterior a la crisis del 2001, se abre una coyuntura marcada, en el ámbito editorial, por una creciente demanda en torno a libros de no-ficción, entre los que destacan los libros de historia argentina y de coyuntura política. Sobre los primeros, el ascenso de una generación de novelistas, periodistas e historiadores fue resultado de una operación editorial en la que la pregunta acerca del ser argentino y las razones de la crisis actual fue respondida con libros que, adaptados a un público amplio, calaron en la sociedad: ADN. Mapa genético de los defectos argentinos, de Jorge Lanata; Mitos de la historia argentina, de Felipe Pigna, o El atroz encanto de ser argentino, de Marco Agunis son algunos de estos éxitos editoriales.2 Por el lado de la coyuntura política, escándalos de corrupción, la reconstrucción de la vida política de nuevos actores en la escena nacional o la aparición de libros revisionistas en torno a lo ocurrido en la década de 1970 dejaban en claro que ni el pasado ni el presente estaban desligados entre sí, que la llamada “grieta” entre kirchneristas y anti-kirchneristas también podía disputarse también en la arena editorial y que podría traer réditos editoriales a los astutos editores que consiguiesen suplir esta demanda de nuevas lecturas. El libro pasó a ser, entonces, no solo un objeto de lectura, sino también un artefacto cultural con significación en sí misma: el solo hecho de aparecer junto con el libro -comprándolo, cargándolo, leyéndolo o citándolo- implica ya la adopción de una postura política determinada.
El proceso de “fabricación” de best sellers políticos analizado por Saferstein implica que el editor sea un agente activo y dinámico que, gracias a su “olfato editorial”, pueda adelantarse a la coyuntura presente, detectando cuáles son esas nuevas demandas que el público espera y elaborando nuevas propuestas que le permitan adelantarse a la competencia. En ese sentido, el editor de best sellers políticos está constantemente construyendo un catálogo editorial en función de la demanda a partir de un sentido pragmático: ni tienen que ser libros sólidos ni necesariamente de una posición política determinada, pues es el mercado y la coyuntura lo que genera nuevas necesidades -a veces inmediatas- que deben ser cubiertas por los editores. Resultan muy interesantes las entrevistas que Saferstein presenta en el libro con varios editores, principalmente aquellos que se desempeñaban en grupos editoriales importantes, como Random House, Planeta o Sudamericana, es decir, aquellas que tenían mayor capacidad económica y logística para afrontar desafíos editoriales como lo son los libros políticos. Por ejemplo, en las entrevistas queda evidenciada la manera en cómo asume cada editor esta doble vertiente intelectual-comercial, ya sea manteniendo una coherencia entre lo que el editor desea en su catálogo editorial y lo que la demanda del público mueve a la editorial a publicar determinadas obras. En cualquier sentido, existe un interés de cada editor en intervenir en la agenda pública más allá del posicionamiento explícito por una posición o por la apertura de “pluralidad” de voces dentro de un mismo sello editorial. Estas entrevistas muestran, asimismo, los intereses personales de cada editor y la manera en que despliegan sus redes para obtener determinados beneficios, ya sea adelantarse en contratar a un autor específico, elaborar una estrategia de marketing a la medida en distintos medios y eventos, el salto del mundo editorial a la arena política, etc. Entre las distintas operaciones realizadas por el editor se encuentra una particularmente interesante: la “construcción” de un autor, es decir, el proceso por el cual se catapulta a una persona -no necesariamente autor de libros, puede ser alguien simplemente mediático, como periodistas o influencers-, gracias al aparato de marketing que acompaña la apuesta editorial, en un autor de best sellers políticos. El éxito del libro deviene, entonces, en el aumento de capital simbólico del autor, el retorno comercial a la editorial y el aumento del prestigio del editor. El campo editorial funciona, así, en un ejercicio constante de posicionamientos adecuados en la búsqueda de acumulación de capitales simbólicos, económicos y culturales por parte de los distintos actores que conforman la cadena del libro.
En 2016, con el éxito de El libro negro de la nueva izquierda: ideología de género o subversión cultural (Unión Editorial, 2016), de Agustín Laje y Nicolás Márquez, se abrió un capítulo nuevo en la historia político-editorial de América Latina, marcado por el ascenso de Donald Trump y las nuevas derechas en Europa y en nuestra región. Saferstein ha seguido estudiando este proceso en sus posteriores publicaciones a partir del esquema desarrollado en la presente reseña con resultados muy interesantes. ¿Cómo se fabrica un best seller político? es una llamada de atención a todos los actores vinculados a la cadena del libro en este proceso de intervención en la agenda pública. Lo que leemos nunca llega pasivamente a nosotros, sino que es producto de lo que las editoriales nos ofrecen. La lectura atenta de los catálogos editoriales y sus intencionalidades políticas deben servirnos como guía para ser conscientes de qué leemos, por qué leemos y para qué leemos.
- En una reseña anterior también se desarrolló esta idea. Al respecto, véase la reseña al libro de Carlos Aguirre, La ciudad y los perros. Biografía de una novela (Lima: Debate, 2025 [2015]) ↩︎
- Es un debate muy interesante en torno a qué es la Historia Pública. Al respecto, pueden revisarse los trabajos de Pablo Semán, Fernando Devoto o Alejandra Rodríguez al respecto. ↩︎

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