Reseña | Eduardo Dargent. Caviar. Del pituco de izquierda al multiverso progre. Lima: Debate, 2025.

No hay comentarios

Por Luis Leyva (PUCP – UNQ)

A un año de las elecciones presidenciales de 2026, en medio de escándalos de corrupción e impunidad por parte de congresistas y funcionarios públicos, persiste en los pasillos un fantasma: el fantasma del caviar. Partidos de derecha y de izquierda gritan al unísono “caviar, caviar, caviar”. Pero ¿qué es realmente un caviar? Esa es la pregunta principal que Eduardo Dargent busca responder en Caviar. Del Pituco de izquierda al multiverso progre (Lima: Debate, 2025). El autor sostiene esas invocaciones son paradójicas puesto que, si bien existen los “caviares” y alguna vez tuvieron poder, hoy en día apenas tienen alguna influencia en los distintos poderes del Estado. Con una prosa amena e irónica, Dargent -cuya biografía, según se señala, no puede ser más caviar- se pregunta quiénes son los caviares, cuál es la fuente del denominado “poder caviar” y por qué (a pesar de todo) sería necesaria su presencia en la arena política en el Perú. 

El diagnóstico de Dargent es evidente: existe un grupo de personas al que se le coloca la etiqueta “caviar”, que parece ser el enemigo -no solo adversario o rival político- tanto de grupos de derecha e izquierda radical. No obstante, la definición misma de qué es un caviar es confusa, pues aquellas esbozadas por quienes los odian refieren a características muy distintas, mucho más allá de la inicial que lo asociaba al pituco de izquierda. El autor explora, entonces, el desarrollo histórico de la etiqueta caviar, surgida en los años siguientes a la caída del fujimorismo y el inicio de la transición democrática, allá por el 2001. Inicialmente llamados “los cívicos”, según sus críticos, los caviares habrían ocupado varios puestos en el Estado tras el colapso del régimen fujimorista y habrían comenzado a imponer una agenda progresista basada en la defensa de los derechos humanos, lo cual funcionaría como medio para eliminar posibles rivales políticos. Sin embargo, el progresivo estiramiento del concepto llevó, en los años siguientes, a hablar de algunas personalidades de derecha como “aliados de caviares”, liberales democráticos que, aun con posiciones pro-mercado, tenían una sensibilidad en ciertos temas sociales. Asimismo, las características asociadas al caviar, tales como su inconsecuencia al defender causas sociales mientras mantienen altos estándares de vida, su excesivo moralismo y una trayectoria con puestos en el Estado y organizaciones pro-derechos humanos fueron exageradas al punto de incluir a todo aquel ciudadano con cierto apego a los valores democráticos. Se pasó, entonces, de una noción delimitada del caviar como “pituco de izquierda” a todo un “multiverso progre”.

En el segundo capítulo, Dargent se pregunta por el denominado “poder caviar”. Frente a ello, el autor esboza dos ideas clave: por un lado, si bien los caviares alguna vez tuvieron poder e influencia en el Estado, no existió nunca un “partido de gobierno caviar”, sino grupos de personas y organismos cuyos intereses confluyeron en ciertas agendas democrática una vez dentro del aparato del Estado, que el autor asocia al poder institucional; por otro lado, el poder caviar dependió principalmente del apoyo internacional y la confluencia de actores locales favorables a determinadas causas, todo ello en el contexto de la tercera ola democratizadora. Sin embargo, este poder caviar sería endeble al no tener propuestas propias y movilizarse esporádicamente por causas apoyadas de antemano por buena parte de la opinión pública. Las acusaciones de una supuesta “conspiración caviar globalista” que buscase imponer ciertas políticas ajenas a los “valores nacionales tradicionales”, entonces, justificaría el inicio de una “batalla cultural” por la identidad de la nación de parte de patriotas honestos frente a agentes extranjeros. Esta épica anticaviar-globalista tiene, no obstante, su homólogo desde las nuevas derechas. La apropiación del concepto “hegemonía” de Antonio Gramsci en clave de derecha (la “batalla cultural”) no es nueva, como señalaba hace años José Aricó a propósito de los intentos por parte de la derecha en la Argentina de 1980. ¿Cuál sería la particularidad en el contexto actual? Dargent señala que esto se debe al auge de gobiernos populistas de derecha, iliberales y con tendencia al autoritarismo; asimismo, el debilitamiento de la cooperación internacional y las políticas exteriores de Estados Unidos, China y Rusia. Todos estos factores tendrían en común el retroceso a nivel global de las causas defendidas por el espectro progresista-democrático. Sin financiamiento de por medio, la defensa de estas agendas se debilita al mismo tiempo que se fortalecen los grupos opuestos a estas medidas.

En el tercer capítulo, Dargent se sincera: a él también le molestan los caviares y, al mismo tiempo, considera que son necesarios. Para el autor, la etiqueta actual del caviar representaría a un ciudadano clasemediero progresista que defiende los derechos humanos y las libertades individuales; bajo este paraguas podrían entrar aquello que se denomina “centro” político reformista. Sin embargo, critica seis aspectos que aíslan al caviar de la simpatía de un grupo importante de personas: su inconsecuencia, su desconexión con la realidad, la dinámica de “argollas”, el sectarismo caviar, su sospecha de las empresas e inversión privada, y su no compromiso real a hacer política desde la calle. Estas características harían de los caviares el chivo expiatorio preferido por grupos radicales de izquierda y derecha, quienes, sin embargo, no propondrían soluciones, sino que solo buscarían un cambio en las personas que se benefician de estos puestos en el Estado y consultorías: ya no los caviares, ahora ellos mismos. El autor concluye que la excesiva dependencia de los caviares al financiamiento externo y a la coyuntura internacional favorable a sus agendas les hizo creer que tenían más poder e influencia del que realmente tenían. Sin embargo, concluye que algunas de las banderas caviares son necesarias dado que, sin ellos, los fundamentos de la democracia se erosionarían mucho más rápido: si bien pueden ser odiosos, su activismo y capacidad de movilización ayudan a frenar los excesos de los grupos populistas, iliberales y autoritarios. Mal que bien, los caviares -que hoy en día podrían agrupar a muchas más personas que no se reconocerían en principio como tales- serían necesarios como contrapeso en la arena política.

El libro posee una serie de virtudes que lo hacen atractivo al público objetivo (caviares, simpatizantes y críticos): posee un argumento claro y ordenado, sustento teórico que permite analizar la problemática, y una variedad de ejemplos locales y recientes que pueden ser fácilmente recordados por la lectoría peruana del libro. Este último punto, sin embargo, podría ser eventualmente su talón de Aquiles: si bien hoy el lector nacional puede entender las referencias aludidas, no queda del todo claro si, dentro de unos años, las ideas esbozadas acá seguirán vigentes. ¿Un libro de coyuntura? Por otro lado, el autor menciona la (fallida) experiencia reciente del autor y de su “grupo de amigos” por intentar formar el partido político Lo Justo. Hubiera sido interesante que Dargent dedicase un apartado del libro a comentar detalladamente sobre esto, pues serviría como testimonio de primera mano para reflexionar sobre los retos pendientes por varios de sus conocidos caviares que quieren comenzar a hacer política en serio: “descaviarizarse” y proponer alternativas concretas.

Dargent publicó hace unos años un libro muy sugerente, Demócratas precarios. Élites y debilidad democrática en el Perú y América Latina (IEP, 2009), en el cual hacía un llamado de advertencia a esta precariedad democrática en los actores políticos, los cuales, en otros contextos, podrían apoyar posturas autoritarias. En años más recientes, escribió El páramo reformista. Un ensayo pesimista sobre la posibilidad de reformar el Perú (Fondo Editorial PUCP, 2021), donde advertía de tres tipos de actores políticos (los conservadores populares, los libertarios criollos y los izquierdistas dogmáticos) que podrían erosionar las bases de la democracia liberal alcanzada hasta entonces. En ambos libros, el sujeto caviar (entendido por nosotros como reformista centrista) estaba presente de manera implícita, como un corcho que podría poner un alto a las derivas autoritarias, pero no hubo mayor desarrollo ni reflexión autocrítica acerca de sus alcances y limitaciones. ¿Acaso llegó este libro demasiado tarde, cuando el poder caviar es más inexistente que nunca? ¿Seguirá siendo útil la existencia de la etiqueta “caviar” más allá de 2026 si, como el autor prevé, el futuro no se ve prometedor para cualquier intento de reforma?

En un contexto pre-electoral, Dargent nos invita a reflexionar acerca de la importancia del pluralismo político y en la necesidad de una cancha electoral justa y equilibrada para todos los actores que participen en el juego democrático. Si eso implica revalorar el rol que tuvieron -y tienen todavía, aunque en menor medida- los caviares, que así sea, pero aprendiendo la lección acerca de sus fallos y limitaciones. No sirve de nada identificarse como “caviar a mucha honra”, pero tampoco hay que creer en las exageraciones de quienes ven caviares en todos lados; el primero porque no esclarece sus características y el segundo porque es un recurso retórico vacío. Significando todo y nada a la vez, el autor se pregunta ¿resulta útil seguir utilizando esta etiqueta? La propuesta final, con un tono pesimista pero propositivo, invita a “descaviarizarse” y trabajar desde las bases en la construcción de una propuesta ciudadana democrática responsable, aún a pesar del contexto de retroceso democrático que hoy en día estamos viviendo, ¿o acaso los valores democráticos y su agenda solo se defienden cuando el viento está a su favor, haya fondos económicos internacionales y no implique “ensuciarse los zapatos” ellos mismos?

Deja un comentario