Reseña | José Ragas. Lima chola. Una historia de la Gran Migración Andina. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2025.

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Por Luis Leyva (PUCP – UNQ)

Las historias de abuelos, padres o familiares que migraron décadas atrás a la ciudad de Lima no nos son ajenas a la mayoría de nosotros. En la memoria colectiva, la oleada migratoria que transformó la capital peruana ocurrió a partir de 1940. En Lima chola. Una historia de la Gran Migración Andina (IEP, 2025), José Ragas plantea, sin embargo, que aquella sería una segunda oleada migratoria precedida por una anterior desarrollada entre 1850 y 1920. Este libro plantea, entonces, revisitar la historia del Perú republicano en el siglo XIX desde una historia social de los sujetos migrantes y cómo ellos contribuyeron a la transformación y modernización de la ciudad de Lima.

La tesis central del libro es que Lima ha sido siempre una ciudad diversa y multicultural, y que ello se debe, en buena medida, a la agencia de los sujetos migrantes que arribaron a la capital por diversos motivos. Para Ragas, esta Gran Migración Andina tiene como punto de partida la abolición de la esclavitud y del tributo indígena hacia la década de 1850, los cuales generaron una alta movilización de sujetos que migraron hacia la ciudad de Lima en busca de un mejor futuro. El autor resalta la importancia de su argumento en un contexto de radicalización de los discursos xenófobos y racistas por parte de ciertos sectores que añoran la vuelta a una supuesta “Lima de antaño” exclusivamente “criolla”, sin ningún componente indígena. Este discurso nostálgico es cuestionado a partir de la experiencia cotidiana de los migrantes andinos que vivían en la capital, destacando tanto sus dificultades como sus estrategias de adaptación en un medio extraño y hostil a su presencia.

El libro se compone de seis capítulos que permiten comprender mejor el panorama en el que se desenvolvieron los migrantes. En el primer capítulo, se contextualizan los cambios ocurridos en Lima a partir de una serie de procesos políticos, sociales y económicos que confluyeron hacia la década de 1850: además de la abolición de la esclavitud y del tributo indígena, también destaca el auge del boom guanero que atrajo nuevos contingentes de personas -peruanos y extranjeros- a la capital. Esta mayor movilización se vio facilitada por el desarrollo de proyectos modernizadores que buscaron conectar las distintas partes del Perú por medio del ferrocarril. La modernización también implicó el derrumbe de las murallas que encerraban la ciudad de Lima con el fin de expandir la ciudad más allá de los antiguos límites, hacia el sur, tanto por razones de salubridad como por razones económicas. En el segundo capítulo se realiza una caracterización del perfil de estos sujetos migrantes, tras lo cual se destaca su lugar de procedencia (costa sur y sierra central), edad (jóvenes entre 20 y 30 años, aunque también niños), y ocupaciones (sirvientes, artesanos, campesinos y ambulantes) y lugar de residencia (callejones y periferias), enfatizando en el drama cotidiano de esta “población flotante” que buscaba trabajo en Lima sin desvincularse totalmente con sus comunidades de origen. 

Si los capítulos anteriores presentaron el contexto y perfil de los migrantes, los otros cuatro capítulos enfatizan su experiencia cotidiana en busca de su limeño dream, así como las dificultades en la adaptación y “conquista” de la capital y las estrategias desplegadas para mantener su identidad y memoria migrante. Ragas resalta las diferencias entre aquellos migrantes que viajaron voluntariamente a la ciudad de Lima en busca de mejores oportunidades (por razones políticas, trabajo, educación o salud) de aquellos que fueron forzados a hacerlo, ya sea conscriptos, jóvenes sin empleo e incluso “cholitos” que eran traídos desde niños a servir en casas de familias de élite. En todos los casos, el autor resalta su capacidad de agencia para mantener su autonomía, dignidad y libertad en una ciudad que no los recibía de buena manera. Paradójicamente, y en contra de los nostálgicos que añoran una Lima “criolla”, el autor destaca que buena parte de las tradiciones limeñas del siglo XIX estuvieron relacionadas con el aporte cultural de los migrantes, ya sea a nivel gastronómico (la pachamanca, el sancochado, la chicha o los ajíes en las picanterías), musical y festivo (las jaranas, los eventos en la Pampa de Amancaes, las procesiones y géneros musicales como los yaravíes y el huayno), así como en la formación de asociaciones de migrantes que comenzaron a reunirse para mantener vínculos con su comunidad. A pesar de ello, las élites limeñas siguieron mirando despectivamente y a través de un discurso racista a la población migrante, humillando y mofándose de ellos a través de la prensa y obras de teatro, enfatizando en su condición de foráneos que tendrían que olvidarse de la idea de ser limeños, llegando incluso a realizar campañas en favor de un mayor control y expulsión de los migrantes de la capital.

            Para la realización de este trabajo, Ragas ha recurrido tanto a material de archivo como a memorias, pero principalmente se basa en la prensa de la época, siendo una de las fuentes predilectas el diario El Comercio, cuyo tiraje y temas abordados en sus páginas permiten comprender la experiencia cotidiana tanto de los limeños “criollos” como de los “nuevos limeños”. En los distintos avisos diarios es posible hallar los elementos señalados anteriormente: avisos sobre oportunidades de trabajo, alquiler de vivienda, fuga de sirvientes, reuniones de asociaciones regionales, organización de festividades o eventos importantes (como la repatriación de restos de soldados tras la Guerra del Pacífico), etc. En ese sentido, la prensa no fue solo un instrumento de las élites para “cholear” o “serranear” a los migrantes, sino que estos también aprendieron a utilizarla como medio para intervenir en la esfera pública y presentarse como sujetos activos que buscaban construirse y ser reconocidos como ciudadanos. Esto es particularmente importante en un contexto donde germinaba un primer indigenismo que idealizaba el pasado inca, pero cuyo propósito de fondo era fosilizar “lo andino” como reliquia de museo: mientras lo prehispánico era objeto de exhibición y admiración, el migrante indígena era humillado y no reconocido como ciudadano pleno en la república peruana, más allá de las estrategias que realizaba con el fin de serlo. Esta paradoja se mantendría, con distintos matices, hasta el día de hoy. 

            Además de su muy sugerente argumento, el libro destaca por la prosa ágil del autor. A pesar del formato del libro, que asemeja las ediciones “de bolsillo”, no nos encontramos -solamente- ante un libro de difusión: este es producto de un trabajo riguroso de historia que, al mismo tiempo, es consciente de la necesidad de hacer llegar la historia a un público más amplio, así como de intervenir en la discusión pública acerca de la xenofobia y racismo presente hoy en día no solo en Lima, sino también en el mundo. En ese sentido, Lima chola sigue una tendencia reciente a revalorizar “lo cholo” y asumirlo como parte de la riqueza histórica que ha construido la identidad de los limeños. 

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